“¿Por qué Djokovic iba a ser distinto?”

Jack Fisher y su hijo Saxon esperan pacientemente en la cola que da acceso al Melbourne Park, donde ayer todo fluía en un torneo que echaba a rodar horas después de haber perdido a su principal reclamo. Prácticamente a la misma hora que Novak Djokovic desembarcaba en Dubai del vuelo EK 409, de Emirates –viajó las 14 horas en una butaca de business porque no había disponibilidad en primera clase–, los primeros raquetazos del Abierto de Australia centraban la atención de los aficionados más madrugadores. “Me hubiera encantado poder ver jugar a Djokovic y este año no podrá ser, pero a mí lo que me gusta es el tenis y el cartel que queda es para disfrutar”, cuenta Fisher a EL PAÍS, tratando de quitarle hierro a la ausencia del número uno del mundo. Saxon, que tiene ocho años y asiste a su primer grande, mira a su padre con cierta cara de decepción por no ver en directo a Nole.

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